En el campo de la educación quedó atrás aquello de «La letra con sangre entra». Está probado que jugar mejora notablemente el ritmo de aprendizaje, y cada vez son más las academias y escuelas que actualizan sus métodos, tanto en España como en el resto del mundo.
El juego beneficia al niño, pues desarrolla su psicomotricidad, socialización y creatividad. Además, al añadirse a otras actividades y crear nuevas técnicas de aprendizaje, ayuda a adquirir las lecciones. Cuatro son las claves por las que se aprende jugando:
- Una situación más auténtica. Aprendemos mejor cuando interactuamos con un contexto real. En lugar de recibir los conocimientos y esperar a ser evaluados, es más apropiado realizar actividades que permitan aplicar los conocimientos adquiridos de forma directa, como sucede en un juego de preguntas por equipos.
- El componente emocional. Los procesos cognitivos, responsables de la comprensión o el análisis, se asocian de forma habitual con el aprendizaje. Los afectivos controlan nuestras motivaciones y actitudes. Los viejos métodos de enseñanza se basan en los procesos cognitivos, e ignoran los afectivos. Una teatralización o un ejercicio de resolución de conflictos evaluará no sólo aptitudes, sino también actitudes.
- El componente motivacional. Las personas aprendemos mejor cuando estamos interesadas en los conocimientos recibidos. Lo mejor es incorporar retos y sorpresas para lograr que los niños participen y disfruten, como una yincana que pueda superarse por medio de lecciones anteriores.
- Un entorno seguro. Cuando nos enfrentamos a una situación nueva cometemos errores y podemos frustrarnos. Jugar proporciona un ambiente donde el fracaso no supone más que la oportunidad de practicar y reforzar la lección. Un ejemplo podría estar formado por problemas encadenados al modo de «niveles» de juego.
Por tanto, para aprender jugando es vital que los ejercicios que fomentan una práctica más inmediata se centren en la motivación de los alumnos y premien su buena actitud.